"No lo estamos deseando, pero si ella muriera sería una gran historia." Así empezaba a dar explicaciones Associated Press cuando se descubrió que, en enero de 2008, ya tenía escrito el obituario de Britney Spears. Con 26 años, Brit venía de ese show infame en los Premios MTV de 2007 y, en papel no publicado, ya había muerto. Ha ...sta ese punto habían llegado las apuestas en contra de su continuidad, que existen desde que se hizo famosa con "Baby One More Time" a finales de los 90.
Se la entendía entonces como una marioneta de sonrisa ancha imposible de perpetuarse en el tiempo. Se la acusó de muñeca inflable robótica primero, y luego se la fulminó cuando no pudo ocultar sus cambios más humanos: ser madre, deprimirse, equivocarse, descontrolar. Sus logros fueron adjudicados a sus titiriteros, y sus tropezones a ella. Su ascenso y caída, fueron espectaculares e icónicos en partes iguales. Fue vista, en el mejor de los casos, como una víctima de la fama.
Pero acá está. Britney sigue intentando, después de "la debacle más pública de cualquier estrella en la historia", como definió Rolling Stone en 2008. Sigue, como puede, pagando con creces los conocidos pecados de sus años locos (está bajo la tutela de su padre, no tiene la custodia de sus hijos) y desmintiendo los pronósticos más duros (muerte, desaparición, fracaso).
Como fenómeno, Britney es más singular y compleja de lo que sus críticos hubieran preferido que fuera. Ya tenía suficiente con ser la popstar que mejor personificó los roles conflictivos y muy estadounidenses de la puritana inocente marca Disney y la colegiala chanchita con destino de stripper. Es también indisociable de la última era dorada de MTV, del fin de los hitos comerciales discográficos antes de la era digital y de la última década del periodismo amarillo a velocidad 2.0.
Britney simboliza tantas cosas que es fácil olvidar la mejor parte: sus canciones. Hasta en los peores momentos (y a veces principalmente en ésos), Britney remontó con un glorioso pop escapista (callen, haters: escuchen el disco Blackout y después hablamos). Por eso sus fans, que son muchos, en su mayoría están en sus 20, pero los hay de todas las edades y valoran cada hit -escrito por otros para ella- como un pedazo de historia. Una Britney más comprometida con desarrollar su autoría es deseable, pero no necesaria.
La Generación Y se involucró con el mito lo suficiente como para disfrutar de su música, entendiendo que sus hits no son intercambiables con los de otra popstar. Que Gaga, Riri, Katy y hasta Madonna son... otra cosa. Que ella es única. En el vivo variarán las reacciones ante su conocidísimo lipsync y a su visible decrecimiento como performer, pero un show de estadio es la más justa celebración de su supervivencia. Para ella y para sus fans. ¿Cómo van a perderse la primera oportunidad de verla? ¿Cómo no ir a bailar sus hits después de todo lo que pasaron en trece años, de alguna forma, juntos?
Creditos: HeyBritney.com
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